Santa Fe: trabajó toda la vida y tuvo que cerrar su tambo familiar

Alejandra Badino dijo basta y cerró el establecimiento donde tenía 38 vacas. La crisis del sector hizo que no pueda darle de comer a los animales. Un camión jaula se llevó el trabajo de tres generaciones.

Alejandra es otra más de los muchísimos productores tamberos de la Argentina que tienen que cerrar sus establecimientos lecheros por la ausencia casi total de una política lechera que los retenga en el campo, haciendo lo que saben y aunque eso implique un sacrificio enorme.

Alejandra tiene 57 años y toda su vida se dedicó al campo. “Duele que no le importe a nadie”, indicó. El clima y la economía le “hicieron imposible” seguir con la producción tambera. “El precio de la leche nunca estuvo bien”, le dijo a TN.

“Las vacas comen dólares y producen pesos”. Esa es la frase habitual que se dice en el campo argentino para explicar que, desde hace décadas, hay cada vez menos relación entre lo que cuesta producir un litro de leche y lo que se le paga al tambero. En este vínculo de inversión, gastos y ganancias, el productor no sale beneficiado.

A este panorama económico, se suma una triste paradoja. Mientras la tecnología y los conocimientos avanzan para favorecer la mecanización del proceso productivo, en las hectáreas hay cada vez menos hacienda en donde aplicar estos desarrollos.

Esta realidad golpeó fuerte a Alejandra Badino, una santafesina que cerró su tambo en Cañada Rosquin. Toda su vida estuvo ligada a la actividad y tuvo que tomar la más difícil de las decisiones: vender sus vacas y dejar de producir.

“Llegar a mi edad y no saber qué hacer es difícil”, expresó.

“Es de hace muchos años que una la viene remando. El clima y lo económico lo hicieron imposible, y ya no me quedaba otra. Duele mucho”, contó en diálogo con TN la tambera que vio cerrar otros tambos, y era una de las “últimas sobrevivientes” de la zona.

La productora, de 57 años, alquiló algunas vacas para tener un ingreso, pero busca trabajo. Aprendió a hacer el tambo a los 11, junto a su papá, y le “gustaría poder seguir en la actividad”. “Llegar a mi edad y no saber qué hacer es difícil. Quisiera laburar, gestionando una guachera, un tambo… Siempre hice cursos y me capacité para esto”, explicó.

“Lo triste es que muchos se vieron reflejados con mi situación porque son muchos los que están pasando por lo mismo, y duele que no le importe a nadie. Nosotros no podemos decirle a la vaca ´hoy no me des leche porque hago paro´; todos los días hay que ordeñarla y darle de comer”, expresó.

“El que pierde también es el consumidor”

Afirmó que cada vez son más los trabajadores que se inclinan por la agricultura ante la ausencia de un mercado competitivo para la lechería, y que “un tambo que se cierra es difícil volverlo a abrir”, y como consecuencia, “queda la tierra sola y vacía”. Badino espera que se dimensione que ella no es la única afectada por el cierre, sino todo el mercado local. “El precio de la leche nunca estuvo bien y el que pierde es el productor, pero también el consumidor. Una quisiera que no desaparezcan los tambos, pero no se tiene en cuenta que detrás de un litro de leche hay muchas cosas, mucho tiempo y dinero”, indicó.

Mientras Alejandra pide que “se valore más a los productores, cambie la política y las fábricas no pongan el precio de la leche para no arrancar perdiendo”, una pregunta la atormenta y angustia: “¿Y ahora qué?”.